18 agosto, 2017

CÓMO SER UN CABALLERO DEL ZODÍACO

En los años 80, el genial mangaka Masami Kurumada mezcló leyendas artúricas con un poco de mitología mediterránea, algo de nórdica, algo de religión cristiana, hindú y oriental, churros con meninas, y parió una de las series de dibujos animados (previo manga) que más nos impactó a los que ya empezamos a tener una edad. Saint Seiya se llamó en el país nipón. Los Caballeros del Zodíaco en España.

Si bien se tiene constancia de que los sumerios y los egipcios, además de los mayas y los aztecas, tenían una gran inclinación hacia la observación de los astros nocturnos (muchas veces porque el devenir de sus cosechas dependía de ello), es de los griegos de quienes heredamos prácticamente todos los nombres de las constelaciones más importantes.

Los griegos mezclaban con mayor o menor acierto la mitología con la ciencia, y algunos sacaban adelante el estudio de la astrología, bajo la creencia de que la posición de los planetas y del cielo podía predecir ciertos acontecimientos que tenían proyección tanto en las acciones como en la personalidad de los seres humanos.

Hoy en día, la astrología es cosa de magufos y de una parece que obligada sección en el periódico, motivo de mofa muchas veces, motivo de vergüenza la mayoría.

Gracias a innumerables avances en el campo de la astronomía y la astrofísica, hoy conocemos muchas más cosas sobre las estrellas que nuestros ultratatarabuelos griegos, si bien está claro que las constelaciones son agrupaciones de estrellas que hacemos con mucha imaginación, a simple vista, y que tienen que ver con nuestra perspectiva de ellas. Y como esa perspectiva no ha cambiado, esta es la razón de que las constelaciones más importantes sigan siendo las mismas que las que vio el bueno de Ptolomeo.

Es muy cierto que, por el camino, muchos estudiosos han incorporado nuevas constelaciones al mapa estelar. Muchas de ellas sólo visibles desde el hemisferio sur, muchas de ellas metidas con calzador, pero muchas también desechadas por la comunidad astronómica. Como dato, diré que el mapa de la Unión Astronómica Internacional cifra su lista de constelaciones en 88, aunque podían haber sido muchas más.

Las estrellas siempre han despertado la imaginación del hombre, ya sea dibujando siluetas entrelazando sus puntos, proyectando ideas religiosas o haciendo despertar el más bizarro sentido de la exploración y la curiosidad. Pero en nuestro tiempo de plástico y metal, hasta las estrellas se han vuelto artificiales.

No se trata sólo de que empresas como Boeing o Samsung planeen la creación de constelaciones compuestas por satélites de comunicaciones. Porque, quién sabe: tal vez en el horóscopo del futuro, en lugar de Capricornio uno sea de Samsung. Se trata de que la Agencia Espacial Europea ha alertado de un inesperado aumento de la presencia de basura espacial orbitando alrededor de la Tierra, lo que provoca que muchos de nuestros satélites e incluso la Estación Espacial Internacional tengan que maniobrar prácticamente todas las semanas para evitar una catástrofe.

Se estima que hay cientos de millones de fragmentos orbitando nuestro planeta a velocidades inimaginables. . . pero calculables: más de 55 mil Km/h. Restos de colisiones entre satélites, satélites desconectados o simplemente desechos espaciales (de nuestras estaciones, por ejemplo), son los principales emisores.

Esto es como un gran chiste de humor negro. No contentos con contaminar nuestros ríos, con hacer tóxica la tierra que rodea a nuestros vertederos o con arrojar plástico al mar, vamos a ser capaces de crear constelaciones con estrellas compuestas de basura.

“Mira hijo, y a la derecha de Orión está la constelación de Diógenes. ¿La ves? Es enorme”.

Ciertos grupos ecologistas han propuesto el lanzamiento de nuestros desechos al espacio. Incluso nuestros residuos nucleares. Y perdonadme, porque no puedo más que reírme de forma macabra al imaginar un cohete saliendo de la atmósfera cargadito de uranio y plutonio, chocando con los fragmentos de basura a modo de proyectiles incandescentes y liando un pifostio con dimensiones de suicidio genocida global, hipermasivo y profundamente imbécil.

¿Os imagináis el mismo ejemplo pero con la primera misión a Marte? Sería un viaje bastante corto, después de todo . . .

Así que, mientras muchos hacían cuentas para ver si era posible sacar de aquí la ingente cantidad de desechos no biodegradables que plagan la Tierra, la Agencia Espacial Europea ha puesto otro problema sobre la mesa: la órbita terrestre se está convirtiendo en otro vertedero, y hay que sacar esa porquería de ahí.

Devolverla a la Tierra, si no os importa. Yisus. . .

Que no. No podemos sacar la basura de aquí. Un cohete con capacidad para 7 toneladas de basura costaría unos 200 millones de dólares. La cifra no es tan alta, si tenemos en cuenta que la película más cara de la historia, una de esas legamosas partes de Piratas del Caribe, costó 341 millones. O que Titanic recaudó 3.200 millones. Que se podría, oye. . . si no fuera porque esas 7 toneladas de basura no son más que minucias. Sólo en España se generan anualmente más de 20 millones de toneladas de desperdicios, y en el mundo cerca ya de los 6 millones de toneladas al día.

Al-dí-a.

Vamos, que mandar el camión de la basura espacial es más que imposible.

Pero si hay alguna virtud en esta nueva incorporación al mapa del firmamento, es el potencial predictivo que tiene, más allá de toda ciencia magufa y estrafalarios echadores de cartas. Tal vez no nos dice cómo nos irá en la salud, el dinero o el amor, pero sí nos dice, claramente, que no nos vamos a ir muy lejos. Tenemos que mentalizarnos de eso. Vamos a quedarnos aquí, y es elección nuestra vivir en un vertedero o empezar a poner remedio.

Ya no nos basta con la Tierra. El conflicto se traslada a las estrellas. Ahora, además de gentiles con la naturaleza, debemos ser protectores caballeros del zodíaco.

Pues arde, cosmos.

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