Mike es un chico de Wisconsin, de apenas 21 años, que lleva trabajando muy duro todo el verano en la fábrica de muebles para tener unos ahorrillos interesantes. Su novia, Nancy, una belleza sureña dos años menor que él, se huele que Mike va a pedirle matrimonio en estos días. Junto a su madre y su hermana mayor, soltera todavía, barruntan emocionadas si el anillo de compromiso tendrá un diamante y será de oro, y si cumplirá el estándar occidental, es decir, si su coste será al menos de tres veces el sueldo de un mes de Mike. Esto, de no cumplirse, puede ocasionar un drama en la familia política del pobre chaval.
Las cámaras le siguen. Entra en una cara joyería y pide algunas muestras. Lleva en el bolsillo un anillo de Nancy, que ha tomado prestado a escondidas del joyero de la chica, para comprobar las medidas. Le atiende un dependiente homosexual muy snob, que no arruga el gesto cuando desprecia a viva voz el carácter bajuno del chico y duda de su capacidad económica.
Delfines, dice al fin. Me llevaré este precioso anillo de oro que tiene delfines decorando el lomo. A ella le encantan. Nancy es de Arkansas. Quizás no haya visto un delfín en su vida más allá de las fronteras de un Parque Acuático y las películas de Flipper, pero tiene muchos peluches con forma de delfín decorando su habitación, y eso ha servido de inspiración para su avispado prometido. En unas horas, Nancy y su familia van a estar dando saltos de alegría cuando él, arrodillado, deslice el anillo por su dedo y pronuncie las palabras.
Lo que Mike no sabe es que ese anillo de oro ha costado 20 toneladas de residuos tóxicos a la naturaleza. Tal vez, alguien haya muerto o haya enfermado de gravedad para llevar ese oro hasta el dedo de Nancy.
Tengo que decir que pocos artículos me han causado tanto impacto. Mientras investigaba, sumido en fotografías escalofriantes y datos estremecedores, se me venía a la mente la historia de Mike y Nancy, que había visto no hacía mucho en un reality de televisión. Porque eso es lo realmente terrorífico. Esa otra cara de la moneda que es un mundo que frivoliza sobre un problema tan profundo como la obtención de minerales preciosos y que a mí, particularmente, me deja aturdido.
En 2010, se calculó que la industria minera era el contaminante número uno de EEUU, generando alrededor de 1,5 billones de libras anuales de residuos tóxicos. La minería de oro, concretamente, es una de las industrias más destructivas del mundo. Afecta a todos los niveles de una forma tan despiadada y brutal que no es posible analizar los datos sin contener el aliento.
Según las investigaciones de Earthworks, las compañías mineras de todo el mundo vierten a los ríos, arroyos, lagos y océanos alrededor de 180 millones de toneladas al año. La toxicidad de los abastecimientos de agua cercanos a las minas es enorme: es común encontrar restos de cianuro, mercurio, derivados del petróleo y ácidos.
Vamos por partes. Todos alcanzamos a entender en mayor o menor medida la presencia de derivados petrolíferos, pero ¿cianuro? ¿mercurio y ácidos? ¿Cómo es esto posible? Atentos: el cianuro se utiliza como una solución que se echa sobre los minerales para, por medio de un proceso electroquímico, separar el oro. Durante una excavación minera se desplaza piedra y roca en montones que alcanzan en ocasiones los 100 metros de altura (un edificio de 30 plantas). Si aplicamos cianuro sobre semejantes montones, tenemos una auténtica pila de residuos tóxicos, que más tarde se abandonan para ahorrar costes.
La solución que se ha buscado son los famosos relaves, algunos de los cuales tienen el aspecto de unas pintorescas presas turquesa o esmeralda, pero que vienen a ser gigantescos almacenes de residuos altamente contaminantes. El agua resultante de semejante contaminación inicia un proceso que se ha dado en llamar Drenaje Ácido de Mina (AMD en sus siglas en inglés), que es un tipo de contaminación hidrogeoquímica letal para la vida en el entorno.
Uno de los grandes problemas de los relaves es su extremada permanencia en el tiempo, lo que lleva a su abandono y su consecuente tendencia a fallar. Y eso no lo hace un método válido. Este demoledor informe que os dejo a continuación, que va desde 1960 hasta 2014, saca a la luz fallos que hasta hoy han provocado cientos de muertes, miles de desplazados y millones de afectados por la contaminación del agua por todo el mundo.
Y así obtenemos el ácido: cuando los minerales sulfurosos del AMD entran en contacto con el oxígeno y la humedad atmosférica se genera ácido, que disuelve los metales y los incorpora en la red natural de drenaje.
Nos queda el mercurio. Este metal pesado de alta toxicidad (su empleo está prohibido en la Unión Europea) se utiliza para, una vez separado y obtenido el oro en pepitas casi microscópicas, unirlo en una amalgama dorada de unos pocos gramos que permite una mejor tasación y manipulación. En el magnífico documental “Amazonas Clandestino”, en su capítulo sobre el oro, podéis ver un ejemplo de cómo lo hacen.
En ese documental podéis ver imágenes desoladoras de la selva. Como bien dice David Beriain, las excavaciones parecen heridas en la tierra. Podéis pensar que esto del Amazonas es una locura aislada, pero los datos vuelven a saltarte a la cara. Tres cuartas partes de las minas de oro del mundo se excavan en espacios con un altísimo poder de conservación natural, no sólo las ilegales. Y siempre pongo un ejemplo: la mina de Grasberg, en Indonesia, está dentro de una zona declarada Parque Nacional en 1997, y Patrimonio de la Humanidad en 1999. Se calcula que esta mina vierte 110.000 toneladas de mineral tóxico al día al Río Ajikwa.
Con una extensión creciente que hoy por hoy alcanza los 2,5 millones de hectáreas, la Mina de Grasberg es visible desde el espacio exterior.
El aspecto social tiene un tono tal vez menos destructivo que el medioambiental en su escala, pero es un problema que no conviene olvidar. Los trabajadores que superan el día a día sin un accidente laboral fatal, sufren graves enfermedades respiratorias como la tuberculosis, bronquitis agudas y cáncer, que muchas veces, debido a los limitados recursos de los que disponen, terminan en la muerte. Las excavaciones, a medida que crecen, expulsan indígenas de sus tierras, desplazan comunidades enteras y terminan con tierras fértiles que otrora pudieron ser fuentes alimenticias. La llamada maldición de los recursos que asola un país con una materia prima rara o preciada, también está presente en los países en los que se practica la minería de oro: guerras territoriales, corrupción en las altas esferas y mafia en las pequeñas, pobreza generalizada, etc.
En tono positivo, se intenta minimizar el impacto de la minería en el mundo por medio de campañas y certificados verdes. No Dirty Gold, por ejemplo, es una campaña internacional que intenta asegurar que las operaciones mineras respeten los derechos humanos y el entorno. La Certificación Fairmined, por otro lado, se ha creado como un estándar promovido por los propios mineros, que asegura la minería responsable.
Pocos pasos positivos parecen darse. Por lo menos, no al ritmo al que se destruye. Siempre os digo, y eso para mí va a misa, que la empresa, la empresa moderna que no tenga al Señor Burns al frente de la cúpula directiva, es el motor del cambio. ¿Pero qué están haciendo las empresas para cambiar esto? Hay un puñado que se posiciona tímidamente del lado del Bien, que no son precisamente de corte artesanal o baratas, y que tratan de marcar tendencia. Conviene revisar estos enlaces para obtener una opinión personal de lo que hacen.
- Linhardt
- Fair Trade Jewellry Co.
¿Y qué hay de Tiffany? El líder del sector, parece que está dando algunos pasitos interesantes, aunque tan débiles que casi no se aprecian. Su memoria al respecto resulta muy dispersa, y saltan más a la vista las ausencias en sus políticas de RSE que sus logros. Si esta tendencia sigue siendo ascendente, quizás podríamos hablar de un cambio positivo.
Desde GoodbyeMr.Burns, deseamos a Nancy y a Mike un feliz desenlace matrimonial. Su anillo de oro sucio será testigo de ello.
[…] trolls que me decís que me quejo demasiado. Os traigo soluciones (los problemas ya os los cuento aquí) que varias empresas han adoptado para hacer que el sector textil no sea una industria que dé […]