Cuando el irrepetible Kafka imaginó un bicho asqueroso, inmundo y grotesco, pensó en una cucaracha. Por eso se le ocurrió que debía ser el protagonista de una de sus obras cumbres: La Metamorfosis. La gran victoria de Kafka en este relato es mostrarnos de forma explícita cómo se siente una persona dentro del organigrama burocrático y empresarial de la época. La industria alienante, que decían algunas viejas proclamas. La reducción del individuo a la máxima insignificancia que se presume de una cucaracha.
Mucho han cambiado las cosas en el ámbito social desde entonces, aunque tal vez sea solo en occidente. Como hemos visto en otros posts, una situación laboral en condiciones de esclavitud sigue siendo el día a día de muchos trabajadores en países en vías de desarrollo. Sin embargo, me arriesgo a decir que la situación de crisis económica, recesión, o como diablos quieras llamarlo, ha devuelto viejas mañas a las empresas que transforman al trabajador en un insecto kafkiano. Lo estamos viendo todos: sueldos ridículos, horarios inestables y adaptados únicamente a las necesidades de la empresa, amenazas de despido constantes y ese sentimiento general de bueno, o acepto estas condiciones o me quedo en el paro, que es tan peligroso y que, a poco que se estire en el tiempo, puede degenerar en una situación de servidumbre.
Para la empresa clásica actual, un proceso de abaratamiento de costes implica un impacto negativo en el trabajador, ya sea incrementando sus horas no retribuídas, bajando sus sueldos, eliminando bonificaciones, etc. A continuación, estruja su cadena proveedores como un paño húmedo hasta que encuentra vías más rentables económicamente, aunque poco sostenibles. Por último, aunque es algo que acompaña al proceso, se piensa que las prácticas verdes, con poco impacto ecológico, no generan más que gastos innecesarios y que no protegen el estatus financiero limitado al aquí y ahora. Porque en un futuro, ya se verá. Por último, y para calmar los ánimos de la opinión pública, la mala prensa y los incómodos hashtags de twiteros irreverentes, se elabora una Memoria RSE que sin mentir, no diga la verdad.
De esta manera, nos convertimos en las cucarachas de un vertedero al que llamamos planeta.
Lo que voy a proponeros hoy es una serie de medidas, pocas, para empezar a cambiar vuestra empresa a verde. O si aún no está asentada, cómo pensar de forma diferente para que no acabe convirtiéndose en una central nuclear dirigida por el Señor Burns.
Tus empleados primero: Por muchas decisiones que se tomen desde la directiva, el peso de tu empresa lo llevan tus trabajadores. Si ellos no creen en ti, si están desmotivados o desilusionados, nada va a funcionar como debería. Piensa que si ellos no creen en las bondades de lo que hacen, nadie externo lo va a creer. Los premios en metálico o en forma de descuentos no son tan agradecidos como parece: no intentes comprar el amor. Organizar actividades extralaborales, entre otras cosas, que hagan que tus trabajadores se sientan orgullosos de pertenecer a tu compañía siempre tendrá mejor resultado y no tendrá un aspecto tan vil.
No vivas en una burbuja: Analiza y localiza cuáles son los procesos, dispositivos o instalaciones de tu empresa que más impacto medioambiental tienen, y actúa sobre ellos. Por ejemplo, si estás en una oficina, seguro que puedes darle una vuelta a la iluminación, el gasto de papel, la calefacción o el aire acondicionado, o incluso el aislamiento térmico.
Renueva tu energía: Elige un proveedor de energía renovable. Hay una buena cantidad de pymes que pueden nutrir energéticamente a tu empresa con las mismas condiciones de calidad que un gigante energético. Es una decisión simple, que no implica costo adicional, y que apuesta por otro tipo de industria, de empresas y de sociedad, al fin y al cabo. Gesternova.
Vuela sin motor: Promueve el uso de la bici entre tus empleados. No todo el mundo tiene esta opción, pero si dispones de espacio para que puedan dejar sus bicicletas, no dudes en acondicionarlo. Si no lo tienes, cuenta con el Ayuntamiento para habilitar un espacio cercano. El uso de la bici no genera CO2, fomenta la buena forma de tus empleados y por ende, su salud. Y no voy a contarte ahora cuáles son los beneficios que una persona saludable puede dar a una empresa, ¿verdad?
Busca en los orígenes: Revisa tu cadena de proveedores y busca alternativas mejores. Se suele asociar ecológico con caro e incluso tosco, y eso es algo que ha dejado de ser cierto. Hay productos sostenibles con mucha mejor calidad que otros de su misma especie, y cuyo precio no supone un incremento en el coste analizándolo a medio/ largo plazo. La cuestión es buscar un poco. ¿De qué hablo? Packaging, productos de oficina, electrónicos. . . Busca quién fabrica este o aquel producto y cuáles son las condiciones de sus trabajadores.
Recicla: Y escucha, no se trata de poner tres contenedores azul, verde y amarillo en algún lugar de tu espacio de trabajo y después olvidarte de ellos. Persigue a tus empleados, acósalos sin descanso para que lo hagan correctamente hasta que salga de manera natural.Y si luego lo hacen en casa, bingo. ¿Estás demasiado ocupado con tus labores de empresario omnipresente? Nombra un sheriff verde que vele por el medio ambiente dentro de tu empresa.
Está claro que esto son sólo pequeñas ideas o consejos que pueden hacer que tu empresa, tu espacio de trabajo y tus actividades sean más sostenibles. Hay muchas más. Nada es utópico, irrealizable o implica un coste adicional. Sólo hay que actuar, hacer, cuanto antes mejor: y estas son palabras para nada desconocidas tanto para un díscolo emprendedor novato, o para un empresario consolidado.
Después de todo, eres una persona que con su trabajo inspira a muchas otras, para bien o para mal. Procuremos que sea para bien.
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