Imagino una escena típica del veranito. Una familia llega a la playa, abarrotada de gente. Encuentra un pequeño hueco en el que plantar el campamento base. Despliega su toalla, se descalza, y mientras los padres ubican las pertenencias más o menos razonablemente (sillas, sombrillas, neveras portátiles, bolsas con comida), los niños ya se han lanzado a la orilla, gritando y chapoteando para disgusto de esa dama de mediana edad que quería entrar poco a poco en el agua fría del mar.
Los niños están felices, ríen como poseídos. En la orilla, se lanzan agua y nadan donde hacen pie. Uno se enfada con su hermano, y coge un tetrabrick de leche vacío que flotaba cerca y se lo lanza. El hermano salta a un lado para esquivarlo, como un portero de fútbol, y al regresar al agua trata de no caer entre un grupo de botellas de plástico que la marea ha unido. Llega el padre, que pide orden con gesto grave. Poco a poco, aparta el grupo de botellas y se dispone a dar unas brazadas. Nadar unos metros es saludable, se dice. Al adentrarse en el mar, tiene que esquivar algunas bolsas de basura, algunas compresas, algunos pañales . . .
Me pregunto qué diría un granjero del siglo IX si le dijéramos que en un futuro su familia viviría en pisos de 40m2 incrustados en edificios de 30 metros de alto, codo con codo con otras 30 familias. Seguramente pensaría que es una aberración. El relato que os acabo de contar, según la deriva de las cosas puede ser perfectamente algo real en un futuro.
Este año 2015 se han recogido en las costas españolas toneladas demenciales de basura. En poco menos de un mes de campaña, en las costas baleares la cifra asciende a más de 14.000 Kg. En Torrevieja, más de 6.000. Y así os puedo seguir contando datos hasta la náusea, aunque no lo haré. Quedaos con éste: Cada año se arrojan alrededor de 8 millones de toneladas de basura al mar.
Tal vez me he puesto cínico con la escenita playera. Puede ser, porque en realidad, me da bastante igual lo que le suceda a esta familia en su tiempo de ocio. Me importa mucho más lo que os voy a contar.
El plástico común, el de una botella de 50cl de agua, por ejemplo, tarda alrededor de 500 años en descomponerse. Ojo, descomponerse no es biodegradarse. Mientras tanto, se va fragmentando en trocitos muy pequeños que, mientras flotan y por acción del sol, van liberando sustancias tóxicas. Estos residuos se acumulan en una especie de torbellinos de basura, por acción de las corrientes marinas. En el Pacífico Norte, el área afectada por uno de estos torbellinos es ya mayor que la superficie de EEUU.
Pero el problema no acaba en el espacio que ocupa, no te engañes. De hecho, eso es el comienzo del problema. Las aves, los bancos de peces y demás fauna marina se alimentan de esos residuos. El plástico indigerible llena sus estómagos y acaban muriendo de hambre o intoxicados. La verdad es que esos peces deben ser idiotas, ¿verdad? A mí no se me ocurriría comerme un vaso de plástico para la cena. Pero claro, piensa en esos trocitos de plástico acumulados como si fueran plancton. Es fácil confundirse. De hecho, más aún si tenemos en cuenta los estudios que dicen que en el mar, hay seis veces más basura que plancton. Se me ocurre que un pez alimentado de esta forma se incorpora a nuestra cadena alimentaria de una forma muy poco sana.
Voy a detenerme en este punto para tener en cuenta algunos aspectos de la forma de obtener el pescado, que es, al fin y al cabo, lo que nos comemos. Existen varios métodos que, unidos a la cosideración de que nuestros océanos son un enorme vertedero, están destruyendo el ecosistema marino. De todos, el más agresivo, penado en muchos lugares del mundo pero cuyo control es realmente difícil, es el llamado pesca por arrastre. Los barcos lanzan al mar enormes redes lastradas que arrastran todo lo que pillen desde el fondo marino. Lo lees y te quedas tan pancho, vale. Pero ¿cómo reaccionarías si te dijera que esas redes pueden llegar a medir más que un campo de fútbol? ¿Qué pasaría si descubrieras que, con cada lanzamiento, pueden dejar tras de sí una devastación de hasta 4 Km? La cosa se pone seria.
Las redes de arrastre eliminan plantas, corales milenarios, peces de todo tipo. Arrasan el fondo marino sin compasión. ¿Y qué pasa si el pesquero no tiene licencia de un tipo de pescado, si no se desea un tipo de captura o no hay espacio en la embarcación? Pues que toneladas y toneladas de animales heridos o muertos se lanzan de nuevo al mar, en lo que se llama descartes. Un desperdicio casi criminal.
Estas redes, junto a las redes legales de pesca tradicional, se desechan en el mar. Se abandonan en el fondo de las aguas donde no pueden ser encontradas salvo por los animales que se quedan atrapadas en ellas. Es lo que se llama “pesca fantasma”, que contribuye tanto a la muerte del ecosistema como a aumentar el tonelaje de basura que se expulsa a mar. Se calcula que en todo el mundo se han perdido, abandonado o desechado cerca de 650.000 toneladas de aparejos de pesca.
He mencionado algunas recogidas de basura que han sido organizadas por las instituciones en lugares que todos conocemos. Cientos de kilos por aquí, miles por allá, en acciones que recuerdan a la recogida de basura en nuestras ciudades. Simplemente cambiamos el camión de la basura por unos cuantos buques cargados con marineros y voluntarios que se parten la espalda para dejar el mar tan limpio como pueden. Pero estas medidas no son, en absoluto, suficientes. ¿Cómo detectar y recoger los microplásticos de los que hemos hablado? ¿Es posible cubrir con unos cuantos buques, el ingente tamaño de nuestros océanos?
El problema es más complicado de lo que parece, y como ya es costumbre en estos términos, nos salta a la cara cuando la solución es muy difícil.
Ya sabéis que el sentido de este blog es dar a la empresa privada el protagonismo en la escena social que se merece, y que ambas partes necesitan. Por eso creo que debéis quedaros con estos nombres e investigar un poco en lo que hacen:
Ecoalf: Esta empresa española es única en el mundo y basa su actividad en el diseño y creación con materiales plásticos desechados. Ya os adelanto que en breve tendremos una entrevista con ellos, en la que os contaremos más con mayor profundidad. Una de sus últimas iniciativas es la de utilizar redes de pesca como material.
Interface: Entre las muchas actividades que desarrolla este monstruo y maestro que utiliza la economía circular como modelo de empresa, está la fabricación de pavimentos con fibras de redes de pesca, en su colección Net Effect.
Adidas: Este es un ejemplo de cómo una gran marca cambia las reglas del juego. Al principio como colección, claro, pero quizás en un futuro esto sea más común de lo que se piensa. Bien por Adidas y su línea de zapatillas deportivas creadas a partir de fibras de redes de pesca.
Net Positiva: Tony Hawk ya no está para trotes, pero bien chulos están estos skates creados con el mismo material. Las redes de pesca tienen fibras de una calidad altísima, y con ellas pueden construirse incluso estos monopatines, que como bien sabemos deben ser muy resistentes. Me tiene enamorado este proyecto de Chile.
Sistema Rémora: He dejado esto para el final, porque en realidad es casi el siguiente escalón. Los ejemplos anteriores son una buena forma de aprovechar este mal que plaga nuestros océanos, pero éste es una forma de no seguir contaminando. Se añade a la red un sistema de localización, a la vez que se construye de forma que pueda biodegradarse. Este es el camino.
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[…] alguno de nuestros posts sobre el tema, tal vez más globales y menos mundanos que éste, consulta aquí y […]