Clean Ocean Project

Canarias es la tierra en la que nací, un lugar muy peculiar en el que la naturaleza brilla con una luz especial. Tierra de viento, de montañas, de volcanes; de densos bosques salvajes, de arrecifes de coral y de playas bañadas por un océano lleno de historia y leyendas. Pero también tierra de explotación hotelera, de turistas y de cierta pereza cultural que lo invade todo.

El visitante casual que viene buscando un lujo concreto, un entorno específico, un Caribe low cost a menos horas de avión, puede quedar defraudado. Sin embargo, cualquiera que quiera ahondar en sus escondidos tesoros naturales, derramarse por sus bosques, bañarse en las aguas de una playa escondida a la que sólo puede accederse por senderos secretos, penetrar en sus sinuosas cuevas volcánicas o caminar a través de majestuosas montañas que lo dominan todo, no tardará en darse cuenta de que está en un lugar único en el mundo.

Muchas veces he recelado del comportamiento que el nativo medio de Canarias tiene con respecto a su propio medio ambiente. Sin entrar a discutir sobre temas políticos o sobre lo adecuado de defender ad nauseam un patrimonio cultural cuestionable, podría decirse que lo di por perdido. Con una mezcla de vergüenza y asco, admití que el medio natural de las islas estaba condenado.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí al equipo de Clean Ocean Project, una organización no gubernamental made in Canarias que se toma muy en serio lo que hace o que, hablemos en plata, hace las cosas como a mí me molan: intentando no dar pena ni vivir de subvenciones, buscándose las habichuelas vendiendo productos chulos, consiguiendo partners de calidad y dejándose de mendigar ayuda.

Su proyecto principal se basaba en la limpieza de las playas, llevando a cabo proyectos educativos y de acción con diferentes estamentos. Poco después, se centraron en la contaminación del océano, y pusieron en marcha una serie de campañas muy interesantes, que ocuparán hoy la primera plana de Goodbye, Mr. Burns.

La primera campaña que llama la atención es Clean Coffee Project, que pone el foco sobre el café de cápsulas que consumimos habitualmente. Ese pequeño electrodoméstico, la cafetera de cápsulas, se ha colado en nuestras vidas hasta el punto de que prácticamente todo el mundo tiene o tendrá una en casa, en un futuro próximo.

Las cápsulas que utilizan estas máquinas están fabricadas con plástico y aluminio, por lo que no pueden reciclarse con facilidad. Básicamente, tenemos un producto no biodegradable e irreciclable en la era del reciclaje. Un grandísimo problema medioambiental en ciernes, sobre todo teniendo en cuenta el ritmo al que crece el consumo de este tipo de café, bastante superior al del café convencional.

Imaginemos cómo está la cosa de calentita con los pods, que el mismísimo Sylvan, su inventor, ha confesado lamentar haberlas inventado.

Lo cierto es que campañas como la de Clooney hablando sobre la sostenibilidad del café Nespresso dan mucho que pensar. Es un ejercicio de cinismo interesante. No por mentir, sino tal vez por ocultar la verdadera faz contaminante de sus cápsulas.

El enfoque de Clean Coffee Project es simple pero efectivo: disfruta del café usando una cafetera convencional, o utiliza las cápsulas rellenables o biodegradables que hay en el mercado. Personalmente, le tengo el ojo echado a Waycap, empresa italiana que ofrece una cápsula rellenable con casi cualquier café del mercado que decidas comprar. Viene a ser, la alternativa intermedia que a mi entender puede ser la definitiva para consumir café sin renegar de los avances tecnológicos que a uno tanto le flipan. Mientras tanto, Clean Coffee Project reúne firmas para implementar un depósito de cápsulas específico para ellas, solicitándolo al Parlamento Europeo. De momento, un gesto algo tibio pero que pone énfasis en un problema que cada día crece a un ritmo complejo. Todo por evitar que estos incómodos residuos acaben, como suele pasar, en el océano.

Sin apartarnos del café, descubrimos que también están inmersos en una campaña de crowdfunding para desarrollar, junto a la Ecosign/Academy, un vaso de café para llevar totalmente ecológico, sin plástico. Aunque ya ofrecían otros diseños más sostenibles que los modelos actuales, incluían algo de este material: ahora quieren eliminarlo por completo.

Otra campaña que me parece muy apropiada es la Plastic Bag Ban. Ahora que las grandes superficies están empezando a hacer desaparecer las bolsas de plástico (con sus importantes peros, claro está), el objetivo es eliminarlas del pequeño negocio. Ya nadie pone en duda el negativo impacto medioambiental de las bolsas, pero también es cierto que el pequeño comercio, siempre castigado por los grandes, necesita competir con casi cualquier cosa para subsistir. Incluso ofreciendo bolsas gratis a los compradores.

Clean Ocean Project ha puesto en marcha una campaña local por la que pretende eliminar las bolsas del pequeño comercio, elaborando un sello de aprobación verde. Vuelve a ser una idea simple, pero que puede ser tremendamente efectiva y provocar un impacto muy positivo en las costas locales.

En otra campaña, trabajan junto a Retorna para introducir un sistema de depósito de botellas de plástico en Fuerteventura. Esa ONG apuesta por la vuelta al sistema de retorno de los envases, como hacíamos antes, para evitar que las botellas PET acaben en el fondo del mar. Recuerdo ahora la campaña Upcycling the Oceans de Ecoalf de la que hablé aquí, en la que Paloma Oñate nos contaba en primicia los primeros pasos del proyecto. Recuerdo que mencionó una cifra desoladora. En los primeros días, fueron capaces de recoger, sólo en el litoral levantino, 60 toneladas de plástico PET.

Por último, no puedo sino levantar la cabeza al mencionar la campaña que me devolvió la fe en las islas. En su gente. La campaña que hizo frente al grupo Repsol cuando iniciaba prospecciones petrolíferas en el litoral, y que después de reunir más de 15.000 firmas, congregó la mayor manifestación en la historia de las Islas Canarias el 24 de Marzo de 2012. Para una población azotada por el paro, siendo la explotación petrolífera una innegable fuente de recursos económicos, esta reacción fue tan inesperada como dignificante. Así que estaba equivocado: hay conciencia verde en las islas. Sólo hay que saber despertarla.

Llamadlo amor patrio, chispa de esperanza o ceguera. Puede que a pocos de vosotros le importen estos pequeños gestos que un grupo de ecologistas está haciendo en Fuerteventura y en Canarias. Pequeños, comparados con otras iniciativas europeas, claro. Pero si admitimos que, por sistema, todo en España se mueve más despacio, y tal vez en Canarias todavía más, Clean Ocean Project es una luz que, junto a la peculiar naturaleza de las islas, brilla con fuerza.

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