13 noviembre, 2015

Innovación sostenible en mercados maduros

Tengo que decir que soy un fan incondicional de la buena ciencia-ficción, en ese punto en el que realidad y ficción se confunden lo suficiente para no distinguir con exactitud, principalmente por tus limitados conocimientos científicos, cuándo algo es posible o no. El hecho de discernir a golpe de lógica y datos frikis qué inspira a qué, es un debate que puede derivar en una velada de lo más interesante.

Acabamos de pasar por el 24 de octubre de 2015, la fecha en la que Doc y Marty tendrían que haber aterrizado el Delorean en las calles de Hill Valley, y para celebrarlo el canal Discovery Max emitió un documental que ha descubierto como ciertas algunas de las “predicciones” de los guionistas. ¿De verdad no has flipado con la tecnología del aeropatín y sus aplicaciones?

En nuestra memoria cultural tenemos otros ejemplos. Mi favorito es, sin duda, Julio Verne. Un grandísimo escritor al que no le hacían falta artimañas narrativas, hacer gala de músculo literario para alimentar su ego ni de una incómoda literragia capaz de producir tomos y tomos de trilogías y sagas inacabables para contar cosas interesantes y hacerse un hueco en la historia.

Julio Verne escribía novelas de aventuras rápidas de leer, que hacían volar tu imaginación. Muchos años antes de la invención del submarino, el Capitán Nemo ya viajaba en el férreo vientre del Nautilus. También nos hablaba de máquinas alimentadas por energía solar cuando el señor Barbicane propuso disparar un cañonazo a la luna con capacidad para albergar astronautas. Y un sinfín de ejemplos más. En realidad no quiero divagar demasiado, que me emociono rápido. Pillas la idea, ¿verdad? ¿Quién inspira a quién?

Aunque el asunto tiene una mayor profundidad, vamos a simplificarlo diciendo que hay una corriente dentro de la ciencia-ficción que declara con rotundidad que los avances tecnológicos de mayor relevancia tendrán que ver con el terreno de la medicina y el terreno militar. Es decir, todo lo relacionado con la vida: su preservación y su destrucción. La vida es negocio, y el negocio es dinero, dicen los gurús. Y si hay dinero, hay más posibilidades de que una investigación dé sus frutos. Es lógico pensarlo, ¿verdad? De hecho, los ejemplos que he puesto del bueno de Verne, tienen bastante que ver con el terreno militar.

Sin embargo, la llegada del crowdfunding viola esa teoría. Ya no necesitamos grandes inversores, o rendir pleitesía a macroempresas ladronas de patentes. Los desarrolladores (en otros tiempos llamados inventores) se ponen en contacto con la gente, venden su idea y consiguen llevarla a cabo con la microinversión de sus mecenas. Es más, los productos ya no tienen por qué ser de corte militar o médicos. El negocio es cualquier cosa.

Y este es el punto al que quiero llegar. Me parece bien que uses kickstarter para apoyar una película, un videojuego o cualquier producto de consumo cotidiano. Pero, ¿has pensado en las aplicaciones de impacto positivo que tiene el mecenazgo en temas tan delicados como el medio ambiente? Quizás no vale ya con quejarse y tratar de concienciar a las multinacionales para que hagan mejor las cosas, o incluso perseguirlas como un pordiosero presentándoles tu idea innovadora con la esperanza de que alguien se fije en ti. Quizás es el momento de desarrollar tus propias ideas, dar a luz a eso que siempre has pensado que puede cambiar el mundo y hacerlo más sostenible, más habitable y mejor. La globalización que ofrece una herramienta como Internet nos permite llegar a todos los lugares del mundo: recibir del mundo y otorgar al mundo.

Os voy a dejar dos campañas de kickstarter que me han sorprendido y me han hecho pensar:

  • La primera es la Nebia Shower, una vuelta de tuerca a los nebulizadores, pero vaya vuelta. El ahorro previsto es del 70% con respecto a las duchas actuales y, como ellos dicen, mejorando incluso la experiencia. Esto puede suponer el ahorro de cientos de miles de litros de agua para el planeta y mucho dinero para los consumidores. Además, las cifras de la eficiencia térmica hablan de unas capacidades 13 veces superiores. Ahorraríamos energía hasta con el Impuesto al Sol. La campaña tenía un objetivo de 100.000 dólares, y consiguieron más de 3 millones de dólares de más de 8.000 mecenas. 
  • La segunda que os traigo tiene un saborcillo a sci-fi brutal, que ha inspirado mucho de este post. Se trata de las Cuchillas Skarp. Antes de nada tengo que decir que el producto fue retirado de Kickstarter por considerarse que el prototipo no estaba lo suficientemente avanzado. Antes de la retirada, alcanzaron casi 4 millones de dólares a partir de un objetivo inicial de 160.000. Solo en EEUU se tiran cada año 2.000 millones de cuchillas desechables a la basura. Cosas malas que cortan, sí. Cosas malas de alto coste medioambiental antes de su vida útil y cuando ésta termina, también. La campaña terminó fundándose en Indiegogo con 260.000 dólares, lo que viene a decir, como seguramente has hecho tú, que muchos mecenas desconfiaron del producto. 

Lo que realmente me ha llamado la atención de estos productos, lo que ha conseguido que dedique el post de esta semana, es el hecho de verificar que el poder del cambio está en nosotros, en la nueva empresa. Que personas alejadas de la industria puedan llegar a conseguir un impacto medioambiental positivo es algo loable, algo esperanzador, y un maravilloso toque de atención a la empresa viejuna. Despedid al Señor Burns. El crowdfunding puede abrir un nuevo frente, un nuevo actor a considerar en el panorama mundial.

Y a ti, ¿qué se te ocurre?

Share

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: