OPINA SOBRE COCHES ELÉCTRICOS SABIENDO DE LO QUE HABLAS

No sé si te habrá ocurrido algo parecido, pero el verano pasado tuve un curioso problema con el móvil. Esperando el avión en el aeropuerto, junto a la puerta por la que tenía que embarcar, me puse a cargar el móvil en uno de esos enchufes que tanto cuesta encontrar cuando hace falta.

Andaba algo despistado, lo reconozco, porque no me di cuenta de que habían cambiado de improviso la puerta de embarque en el panel, así que un grupo de daneses obesos y yo tuvimos que salir corriendo hacia la nueva puerta de destino. Tuvimos que atravesar un buen trecho, todo muy peliculero: esquivando trolleys, colas de personas y hasta una barrera de carros que un trabajador del aeropuerto se había decidido a reunir en aquel preciso momento. Vamos, que sólo faltaban los dos tipos cargando un cristal de escaparate cruzando entre medio de nosotros.

Después de embarcar los últimos y soportar la suave riña de la azafata, ya sentados en el avión, con el cinturón puesto, me di cuenta de que mi precioso cargador de móvil se había quedado en el enchufe del aeropuerto.

Cuando llegué a destino, pedí otro en el hotel. Aunque el que tenían no era específico para mi móvil, era de una tablet de la misma marca. Así que pensé que no habría problema. El resultado fue que hundí el pinganillo macho del puerto de alimentación del móvil, al forzarlo para que conectara, de modo que ya no podía conectarse nada ahí. Nunca más cargó, ni con el cargador del propio teléfono.

La solución fue comprarme un cargador electromagnético, de esos que pones el móvil encima y a ser feliz. Ayer recordé esta historia ojeando un catálogo de artefactos electrónicos. Llegando este verano, con un año de diferencia, no sólo han bajado de precio, sino que algunos estándares ya se han consolidado como los mejores (hace un año todavía había controversia entre el Qi y su competencia).

Después de chochear con la historieta, vamos a hacer honor al título. Opina sin temor, sentencia sin miedo: El coche eléctrico sí es la solución, sin lugar a dudas, al gravísimo problema de las emisiones de CO2 que producen nuestras ciudades. Cuando digo coches, digo autobuses, motos, etc. Y no hay más que hablar.

Los contamitrolles, aquellos que trollean sobre si el cambio climático es cierto, o sobre lo apropiado o no que es reciclar, pueden sacarles mil y una pegas. Y no creáis que no les falta cierta razón.

La industria automovilística está más que consolidada en nuestros días. Las empresas del motor son auténticas gigantes que mueven cantidades obscenas de dinero. Si no son ellas las que apuestan por los coches eléctricos, aquí no habrá nada que rascar, porque una empresa que quiera hacerles competencia las pasará canutas. Ahí tienes a Tesla Motors o a Faraday, sudando la gota gorda para llamar la atención y hacerse un hueco en la industria, diseñando coches que parecen más apropiados para el concept art de una nueva entrega de Mass Effect o de Deus Ex que para ir al curro un lunes por la mañana.

Una de las claves para que un coche eléctrico sea sostenible es la forma en la que vamos a conseguir la electricidad para cargarlo. Si para generar electricidad tenemos que poner a toda máquina nuestras plantas de energía, consumiendo carbón, petróleo o gas, estamos haciendo el canelo (si bien la eficiencia sería bastante mayor, pues generaría menos CO2 y todo estaría controlado en una central). Es verdad que eliminamos mucho CO2 de la puerta de nuestra casa y lo concentramos todo en el área aledaña a la central eléctrica. Pero a la atmósfera le da lo mismo, y la atmósfera, el planeta, querido lector de Goodbye, Mr. Burns, es lo que importa de este asunto de la sostenibilidad. Al menos en primera instancia. Te guste o no.

Así que si la electricidad no viene de energía renovable, de nada me sirve tener un coche a pilas. Y la energía renovable tiene sus cosas. Todavía no hemos alcanzado el poder chamánico suficiente como para controlar a los vientos, así que tanto ellos, como la energía lumínica del sol o las mareas, van un poco a su bola. Son fuentes inconstantes, que pueden no generar todo lo que se demanda cuando se demande, o que generan demasiada energía imposible de almacenar.

También es verdad que el asunto de la carga del coche es peliagudo. Todos tenemos en mente el glorioso capítulo de Black Mirror en el que aparece una genial Bryce Dallas Howard, cuando su cargador no es compatible con el coche que lleva a la “gasolinera”, y se queda tirada. Algo parecido a lo que pasó con mi teléfono móvil, sin duda. Pero también es cierto que aun con un cargador compatible, los tiempos de carga de estos coches son bastante largos. Absurdos, a veces.

Este será el paquete de bobadas que te dirá un contamitroll de andar por casa. Pero tales argumentos tienen los días contados.

La mayoría de las marcas de coches tienen modelos híbridos en su catálogo. Grandes empresas del motor, como Mercedes Benz o Nissan, tienen automóviles 100% eléctricos enchufables. Así que la cosa va marchando. Una megaempresa como éstas, que estudia cada paso con meticulosidad, no invierte tanta pasta en I+D para nada.

La cuestión de la fuente energética es un camino todavía más largo de recorrer, porque las condiciones se alteran según las políticas de los países, los acuerdos energéticos internacionales y hasta la propia geografía. Sin embargo, la propia Tesla o Mercedes ya han hecho realidad baterías capaces de almacenar energía durante un tiempo mucho mayor así que, por ese lado, ya no hay excusa para no invertir en renovables con la cantinela de que son fuentes inestables.

En cuanto a los tiempos de carga, la cosa parece que marcha igual de bien. Hace unos días, la Comisión Europea se ha congratulado en anunciar, como puesta en escena de su Objetivo 2020, la firma de la compañía holandesa Heliox con la ciudad de Ámsterdam, para la instalación de unos cacharros que son capaces de cargar un autobús con energía eléctrica en menos de 5 minutos. Y sin cables, como mi cargador inalámbrico de móvil.

La inversión de Ámsterdam va a eliminar todas las emisiones que produce el transporte público de la ciudad, y las pruebas han sido tan satisfactorias, que otros países de la Europa nórdica y central ya están estudiando su implantación.

Esta tecnología de carga por inducción ya se había visto antes. El EDDA-Bus de Fraunhofer, en Dresden, circuló en modo de pruebas hace algunos años con cargadores muy parecidos a los de Heliox, pero los resultados seguían sin convencer. Podría decirse que la marca holandesa los ha perfeccionado y abaratado, hasta hacerlos posibles en la capital de la tierra neerlandesa.

En Israel, el ambicioso plan de renovar por completo el parque automovilístico del país en 2011 quedó en nada, haciéndonos saltar el bombín cuando Better Place, la empresa que promovía semejante cambio, anunció su quiebra. El principal problema de campo fue los tiempos y puntos de carga, cuya dedicación por parte del usuario no se correspondían con la ajetreada vida de la ciudad. Hoy en día, el sueño del coche eléctrico sigue estando muy presente en el joven país. ElectRoad está poniendo en marcha una ruta de autobús en la que se incluyen tramos completos de carga por inducción en carriles bus.

Como las zonas de boxes del Wipeout, ¿sabes?

Con todos estos datos sólo quiero confirmaros que sí, que los coches eléctricos son la solución. Lo único que pasa, es que se está trabajando en ella a buena intensidad. Hace un año tuve que empeñar un riñón, pedir un adelanto y estar dos meses comiendo zanahorias y manzanas crudas para ahorrar en la lista de la compra, con tal de poder comprarme un cargador inalámbrico para el móvil. Hoy lo consigues hasta por 12€.

Todas esas voces escépticas con respecto a lo apropiado de un coche eléctrico o no, mejor que hablen sobre si es mejor Cristiano o Messi. Porque no va a pasar como el Laser-Disc o el Betamax.

Porque el coche eléctrico no es la competencia del coche de gasolina: es su evolución.

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