14 mayo, 2015

Amarillo, verde, azul

Si hace 30 años hubiera empezado un post imaginario con las palabras amarillo, verde y azul, estaríais esperando que se hablara del rojo para completar el conjunto de fichas del parchís. Si lo hubiera hecho hace 20, tal vez os estuviera hablando del color de mis Power Rangers favoritos. Hoy en día, todo el mundo asocia amarillo, verde y azul a los contenedores de reciclaje que encontramos en nuestras calles. Esto supone un avance fundamental en nuestro país en materia de conciencia ecológica que no admite discusión, pero tal vez su eficacia sí la admita.

Existe el concepto generalizado de que el reciclaje es la mejor forma de contribuir con el medio ambiente. El símbolo que utilizamos para representarlo, tres flechas que forman un círculo alrededor de un árbol, parece indicarnos que los productos que desechamos se reutilizan una y otra vez sin tocar a la naturaleza. Pero esto no acaba de ser del todo cierto.

La Cumbre de la Tierra de 1992, tal vez la más importante hasta la fecha, puso de manifiesto los problemas ecológicos que enfrentaba la sociedad moderna. Prácticamente todos los cambios que hemos visto progresar en este ámbito han nacido aquí. En la Cumbre se acuñó el término de ecoeficiencia, cuyos pilares básicos son las consabidas Tres Erres: Reducir, Reciclar y Reutilizar.

Ahora, más de 20 años más tarde, con un recorrido suficiente para analizar los éxitos y los fracasos de estas políticas, nos damos cuenta de que el reciclaje es la menos mala de las soluciones. Su proceso implica, muchas veces, un daño medioambiental más grave del esperado, que tal vez nos lleve a pensar que la mejor forma de reducir el impacto ambiental no consista en reciclar más, sino en producir mejor y tirar menos.

Un momento. ¿Estoy diciendo que no reciclemos? ¿Estoy diciendo que reciclar es malo? Muchos teóricos han salido por la tangente en este punto. Mirad qué fácil: etiquetan rápidamente los procesos de reciclado menos buenos con el término downcicling (que podría traducirse como infraciclado), y los procesos más eficientes como upcicling (uberciclado, tal vez). Y ya está, fin de la historia. Hay reciclado bueno y reciclado malo, de acuerdo, pero estas etiquetas no resuelven la pregunta básica: entonces, en mi casa, en mi día a día, ¿debo tirar los plásticos al contenedor amarillo?

No voy a decidir por vosotros, pero sí voy a daros unos pocos ejemplos de qué está pasando en los procesos de reciclado de algunos de nuestros productos cotidianos:

Incineración (basura por energía): Este proceso, alabado en algunos países desarrollados, busca más que reciclar, transformar los productos del vertedero en energía para nuestros hogares. Sin embargo, el hollín resultante de la incineración suele liberar un alto contenido de metales pesados y otros tóxicos. El algunas zonas se ha detectado una acumulación de estos materiales en los árboles tan elevada, que la misma planta resulta inservible.

Coches: El acero utilizado en la industria del automóvil, de gran calidad y rico en carbono, se funde con otros componentes del coche como pinturas, plásticos y cobre (del cableado), disminuyendo así la calidad del acero. El resultado es una carrocería menos segura para afrontar nuestros viajes por carretera.

Botellas de plástico y tuppers: Al fundir y combinar varios plásticos, las propiedades del material final resultan de mala calidad, por lo que suele añadírseles aditivos químicos o minerales hasta alcanzar el grado de calidad necesario. Esto quiere decir que el plástico reciclado (infraciclado, que dicen los teóricos), contiene muchos más aditivos nocivos que el plástico original, que nos estamos comiendo y bebiendo.

Papel reciclado: El papel requiere procedimientos químicos agresivos para su blanqueamiento. La pulpa que se genera en el reciclado del papel contiene productos químicos y tintas tóxicas que producen fibras más cortas, cuyas partículas son susceptibles de escapar por abrasión al aire y ser por tanto inhaladas. Muchas personas han desarrollado rechazo o alergias a los periódicos impresos (fabricados con papel reciclado). Ahora sabes por qué.

Ropa: Las prendas de vestir confeccionadas a partir de derivados plásticos reciclados, contienen elementos tóxicos como el antimonio, residuos catalíticos y antioxidantes. Al contacto directo con la piel, tales sustancias pasan a tu organismo sin que puedas hacer nada para evitarlo.

Tenemos que pensar que un producto, por el hecho de ser reciclado, no se convierte automáticamente en algo beneficioso. Las políticas y procesos de reciclaje actuales deben revisarse, como predican algunos de los que calificaron la Cumbre de la Tierra de 2012 (la que se llamó Río +20, por celebrarse en la misma ciudad veinte años más tarde) como un tremendo fracaso.

Por otro lado, informes como el de Ecoembes ponen de manifiesto los logros en materia de reciclaje que se han alcanzado en España. Me gustaría que le echaras un vistazo después de leer este post.

En futuras entradas os comentaré cuáles son las soluciones que se están dando a estos problemas, como el ecodiseño, aunque muchas están aún en pañales. El reciclaje, tal y como hoy lo conocemos, es cosa de otro siglo. Tiene los días contados.

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