30 abril, 2015

Ecodiseño

“Cuanto bien puedas hacer, hazlo alegremente porque no hay en el sepulcro, adonde vas, ni obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría”. Eclesiastés, La Biblia.

En el marco del medio ambiente y las ideas actuales que promueven su preservación, hay un concepto que a mí me chirría bastante: la industria es nociva y la defensa del medio ambiente es éticamente superior. Esa idea puede llevarnos al equívoco de convencernos de que la industria es el mal, un Sauron que inunda la tierra de oscuridad, un Atila conquistador que arrasa todo a su paso, una especie de plaga bíblica provocada por los humanos contra la que hay que luchar con todas nuestras fuerzas sin casi importar el método. Pensamos en limitar la libre acción de la industria, en ponerle trabas, privaciones y hasta mandamientos que deben cumplir para no alejarse del camino del Bien. Después de todo, salvar el planeta es lo que vale y por ello tenemos la razón, la verdad y la justicia de nuestra parte, ¿no es cierto?

La industria es la primera fuerza geológica, biológica y química del planeta. En los parámetros actuales, eso puede entenderse como una nueva acepción de la palabra devastación. Hemos desarrollado una infraestructura que está focalizada en la fabricación de un producto y en su traslado al cliente de forma lo más rápida y económica posible, lo que ocasiona multitud de problemas no sólo medioambientales. Pero centrándonos en estos, destacando sobre todo el cambio que produce en el entorno entendiéndolo como una forma de destrucción, y la generación de residuos que no son compatibles con la biodegradación, podríamos admitir que un diseño que genera crecimiento económico empobrece aspectos como la salud humana, la riqueza natural y el ecosistema.

Dicho esto, tratemos de ahondar un poco más en estos dos temas: explotación incontrolada y basura. Para entender un poco este último concepto, debemos ponernos a pensar en el ciclo natural básico, el que nos enseñaron desde pequeños en el colegio: los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren.Y en realidad, alejándonos por completo de un concepto espiritual, la muerte no es el fin. Al morir, tu cuerpo se descompondrá en nutrientes que abonarán la tierra para generar alimento a los vivos. Con este simple ejemplo se entiende que el orden natural tiene un diseño orgánico excelente, en el que si bien hay desechos, no hay basura. Pensad en cualquier especie sobre la Tierra: ¿generan algún producto que no se biodegrade? La basura es, por tanto, un invento de la humanidad industrializada.

Sobre la explotación, la cosa está incluso más clara. No hay posibilidad de debate. El diseño de la industria se fundamenta en una percepción infinita de los recursos naturales. Hoy por hoy está más que claro que los recursos son limitados, ¿no es cierto? Entonces, la pregunta sale a flote como la gran mancha de combutible de un barco hundido bajo las aguas: ¿por qué no se ha cambiado el diseño?

Descubrir un modelo de industria cuya generación de desechos entre en el círculo que ha preparado el I+D de la naturaleza durante tanto tiempo para que las especies tengan su ratito de existencia y contribuyan con ella permitiendo que ésta genere recursos para ser reutilizados es, en resumen, el nuevo gran objetivo de nuestra especie. Y no hablamos de reciclaje (ya pondremos en tela de juicio su labor beneficiosa en el futuro), hablamos de una cuestión de diseño fundamental. No se trata de atacar a la industria en sí, imponiéndole límites o privaciones, frenando su actividad económica. Después de todo, es el método que hemos inventado para generar riqueza y por tanto bienestar en nuestra sociedad. Se trata de reinventarnos, de hacer caso a la naturaleza y cambiar los parámetros de un diseño que la consume y destruye. Ésa es la deriva teórica de los nuevos ambientalistas, y en la que ya un buen número de empresas está poniendo su mira. Os pongo un par de ejemplos que se me vienen a la mente. Hay muchos más, y tal vez los tratemos en profundidad en futuros posts, pero por ahora quedaros con estos para haceros una idea:

The Guardian se hace eco del primer autobús-caca, una línea regular de transporte público urbano de Bristol que funciona con desechos humanos como combustible. Ayudado por el apodo que le ha dado la gente suena muy divertido, cierto. Después de sonreír un momento, pensemos con seriedad en las tremendas implicaciones positivas que tiene esto.

Biogusto, una empresa de packaging chilena, ofrece materiales naturales 100% biodegradables en sus envases de comida para llevar. Hay que fijarse sobre todo en cómo se recicla este material para que entendáis lo que realmente quiere decir rediseñar la cadena: el envase, directamente, se planta en la tierra.

Así que alejémonos de la concepción de vida, obra y muerte, tan tradicionalista como equivocada, y veámoslo todo desde un punto de vista tal vez más heraclitano. Este nuevo diseño, esta economía circular, sería una contradicción a las palabras del bueno de Eclesiastés: cuando la vida, sea de un producto o de un ser vivo llega a su fin, en su muerte debe haber obra, ciencia, sabiduría. . . e industria.

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